Corona abrillantada, centro como recién pulido y ‘Bitch, I’m Madonna’ casi para despedirse. Más claro, imposible. O tal vez sí. Porque ahí estaba la Ciccone, corpiño azul, botas altas y lo que parecía un velo de novia -o una cofia de novicia; con Madonna cualquiera acierta-, celebrándose en Barcelona y haciéndose historia en el Palau Sant Jordi, única parada española (y por duplicado; esta noche repite) de su nueva gira . En verano, hace apenas unas semanas, estuvo al borde de la muerte tras sufrir una grave infección bacteriana , pero anoche, escoltada por una decena de bailarines y deslizándose por un escenario supuestamente inspirado en el mapa de Manhattan, Madonna activó el modo diva para exprimir cuatro décadas de carrera y exhibirse a través de sus himnos. Noche de Todos los Santos y Miércoles de Resurrección para una artista, qué menos, encantada de reivindicarse como icono global, fenómeno cultural y quintaesencia del pop de masas. De ahí, claro, lo de ‘The Celebration Tour’. A sus 65 años, pensarán, ya es lo que toca. Y, en cierto modo, así es. «Este concierto es la historia de mi vida», dijo al poco de salir al escenario como una piedad moderna, kimono negro y halo de pedrería, para cantarse ‘Nothing Really Matters’ («cuando era muy joven, nada me importaba realmente, excepto hacerme feliz a mí misma; yo era lo único que había», voceó) y atropellar al público con ‘Into The Groove’ y ‘Everybody’. Cuero y lencería. El CBGB y la guitarra eléctrica de ‘Burning Up’. Los cines X de ‘Open Your Heart’ y la puerta dura del Paradise Garage. Barullo y teatrillo para recrear los primeros días de Madonna en el Nueva York de los ochenta. Años de gozo, hedonismo y ‘Holiday’ súbitamente frenados por la epidemia del VIH: en el escenario, un bailarín aplastado por una bola de espejos y una sobrecogedora cascada de fotografías de amigos caídos como Keith Haring, Christopher Flynn, Herb Ritts o Robert Mapplethorpe simbolizaban el fin de una época. Antes de eso, lo de siempre: jaleo en los accesos, silbidos en las gradas y hora y cuarto de retraso por la cara. Después, la amnesia. Nada como un fundido a negro y una base a volumen atronador para olvidar que algunos artistas tratan a su publico como si fueran ganado. También esa reincidencia en el retraso, por desgracia, forma parte de la historia de Madonna. Noticias Relacionadas estandar No CUMPLE 65 AÑOS El resurgir de Madonna: bache de salud, gira aplazada y cancelación de su biopic José Luis Gil estandar No Madonna muestra los resultados de su lenta recuperación: «Poder mover mi cuerpo me hace sentir afortunada» ABC De vuelta al concierto, la narrativa biográfica y cronológica duró poco; más o menos lo que ‘Like a Prayer’ tardó en llenar el escenario de cruces, hábitos de monje y bailarines con capuchas de sadomasoquismo. Volantazo procaz, festín audiovisual y Madonna en su salsa: rings de boxeo para ‘Erotica’, terciopelo rojo y amasijo de bailarines en ‘Justify My Love’ y un piano de cola emergiendo de la nada para que su hija Mercy la acompañe durante ‘Bad Girl’. Baila lo justo (o sea, poco, menos aún que en la gira ‘Rebel Heart’, la última que se vio por aquí) y ni siquiera ha considerado importante armar una banda de músicos (sí, todo viene enlatado), pero le basta con disparar las revoluciones de ‘Hung Up’ para que 18.000 personas se vuelvan locas. La reina madre A esas alturas, el hilo argumental ya era sólo ella. La reina madre del pop, arrastrando de nuevo su trono de aquí allá y dejando marca a su paso. En el guion, siete actos, una docena de discos representados y un mano a mano entre éxitos incontestables y canciones que llevaban años sin dejarse ver en directo. Himnos en modo rodillo para alicatar cuatro décadas de carrera y coronar una ceremonia de zapeo y atracón de fragmentos atomizados de sus canciones. Concentrado de Madonna para alimentar las calderas de su historia. Látex y llamaradas en ‘Crazy for You’: paparazis y lentejuelas para ‘Human Nature’. «Esto no es sólo un concierto ni una fiesta, es una celebración», había anunciado al principio de la noche la maestra de ceremonias, Bob The Drag Queen. Y, en efecto, ahí estaba Madonna bien dispuesta a celebrar su carrera, su afición por la iconografía religiosa y su pasión por el barroco a manguerazos. Por los cowboys futuristas de ‘Don’t Tell Me’ y la oscuridad digital de ‘Die Another Day’. «He luchado por la libertad toda mi vida» , recordó Madonna antes de encadenar una versión acústica de ‘I Will Survive’ con ‘La isla bonita’ y ‘Don’t Cry For Me Argentina’, salir volando (literalmente) con ‘Ray Of Light’ y preparar la mascletá final con ‘Rain’, ‘Bitch I’m Madonna’ y, claro, ‘Celebration’. No fue su mejor concierto pero, a su manera, fue histórico. Para muestra, ese juego de sombras que se marcó con el fantasma de Michael Jackson y con el que venía a decir que, muerto el rey, aún es hora de que alguien venga a desalojarlos del palacio real del pop.
Source link : https://www.abc.es/cultura/musica/madonna-20231101182332-nt.html
Author : (abc)
Publish date : 2023-11-01 23:55:01
Copyright for syndicated content belongs to the linked Source.