Héctor Tejero es doctor en Bioquímica y Biología Molecular y se presenta como activista climático. No es de extrañar que, después de haber colgado la bata en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) para dedicarse a la política desde las filas de Más Madrid, ahora haya dirigido sus pasos a estudiar, proponer e implantar medidas de adaptación a un cambio climático que ya está en marcha. Desde hace unos meses es asesor de la ministra Mónica García en asuntos de Salud y Cambio Climático. Además, lidera este área en el Observatorio del Cambio Climático, órgano transministerial de nueva creación en esta legislatura, en el que cruza su trabajo con los expertos del ministerio de Ciencia y de Transición Ecológica. Esta semana se ha estrenado con una iniciativa que califica de «pionera», que no existe en ningún país de nuestro entorno. Esto es, el mapa de alertas por calor personalizado por zonas, en el que se incluyen parámetros de salud, más allá de los meteorológicos que se han manejado hasta ahora. El objetivo es crear una «cultura del calor» y minimizar las muertes por este motivo en nuestro país. El reto no es pequeño y, tal y como reconoce, «queda mucho por trabajar» en un asunto, el cambio climático, que debe ser tratado como una «crisis de salud pública». -No es lo mismo sufrir 35 grados Galicia que en Sevilla: es el mensaje más importante que precede al mapa personalizado por zonas que regirá las alertas por calor. ¿Es solo orientativo o tendrá aplicación práctica? -Es el mecanismo que utilizará el ministerio de Sanidad para dar los avisos a las comunidades autónomas. Cuando haya impacto en salud por temperatura en una determinada ‘zona climática de salud’ -más detallado incluso que el mapa de provincias- se enviará un correo a las comunidades autónomas con el nivel de alerta y ellas se encargarán de transmitir esta información. También se enviará a todos aquellos que se hayan suscrito al sistema de avisos, tanto ciudadanos como instituciones (residencias, centros sanitarios, etc.). -¿Recibiremos alertas en el móvil como aquella famosa de protección civil sobre la DANA que pilló a muchos por sorpresa? -Si el caso es muy extremo, puede… Pero no creo que se vaya a utilizar nunca por calor. De cualquier modo, tanto la gestión del 112 como del sistema de salud es competencia de las comunidades autónomas. Lo que nosotros hacemos es ayudarlas con los avisos y ellas se encargarán de alertar a través de sus sistemas propios, como con todos los fenómenos meteorológicos extremos asociados al cambio climático que consideren. -Las alertas y previsiones de la AEMET son como la ‘biblia’ para la ciudadanía. ¿Dejan de ser referentes? -Diferenciar esto fue uno de los objetivos que se fijó el grupo de trabajo de temperaturas extremas del Observatorio del Cambio Climático. AEMET y Sanidad van a alertar por motivos distintos. La alerta de la AEMET es puramente meteorológica y se produce cuando la temperatura es atípica respecto a lo que en un territorio se considera habitual. Pero eso puede tener o no efecto en la salud. Nosotros tenemos un umbral de temperaturas ‘normales’ definido por el impacto en salud, es decir, son obtenidos a partir de la asociación de la temperatura con la mortalidad. Son dos sistemas paralelos, cada uno con un sentido. Lo que sí tenemos claro es que el sistema de Sanidad es el que afecta a la salud y es el que tiene que priorizar la ciudadanía. -¿Además de la mortalidad no se miran otros parámetros para hacer esas distinciones por zonas? -Los investigadores del Instituto de Salud Carlos III hacen un análisis para correlacionar la mortalidad registrada en distintos lugares con el incremento de la temperatura. En esa tasa de mortalidad están implícitos todos los factores sociales: edad, situación económica, cultura de adaptación al calor… Esto último es muy importante y es nuestro gran objetivo. Esto es, mostrar que 28 grados en Asturias son peores que 38 en Córdoba. Aquí influyen factores como la estructura sociodemográfica, si las casas están adaptadas, si es muy rural, urbana… Todo eso afecta y va implícito en la estadística. -Cuando hablamos de mortalidad por calor, ¿lo hacemos solo de personas mayores y enfermas? -No solo, pero mayoritariamente sí. De cualquier modo, hay que tener en cuenta que, por debajo de la mortalidad, hay mucho aumento de morbilidad. Mucha gente empeora de sus enfermedades sin llegar a morir. Hace poco un estudio del ISGlobal de Barcelona calculó cómo aumentan los ingresos hospitalarios -hasta un 50%- cuando llega el calor. Nos fijamos en la mortalidad porque, a día de hoy, es lo más sencillo de medir y lo vemos como un modelo de prevención del calor porque si las personas mayores y vulnerables mueren, existe otra mucha gente que también lo está pasando mal, que empeora su asma, sus problemas cardiovasculares o su enfermedad renal. -¿Logrará este nuevo sistema reducir las muertes? -El objetivo es crear una cultura de calor por la que la gente sepa lo que tiene que hacer cuando éste llega. No hace falta que se lo expliques a una persona de Málaga o de Córdoba porque, digamos, hay una tradición en torno a esto. Pero sí hay que trasladarla a otras partes. El mapa es solo una herramienta más para la gente. No existen balas mágicas. -Repasando estas cifras de muertes por calor del año pasado, Madrid tiene las más elevadas. ¿Por qué? -No sabemos lo que está pasando. Lo hemos debatido, pero es algo que tenemos que estudiar bien y con más detalle con la propia Comunidad de Madrid. Yo creo que puede ser porque se produce mucho el efecto ‘isla de calor’. -Hablemos de adaptación al calor, ahora que la ha citado. ¿Existe algún plan desde el Observatorio para abordarla, más allá de alertar a la población para que se autoproteja? -El objetivo del Observatorio es crear un grupo de trabajo con la Oficina Española de Cambio Climático, que ya está trabajando en ello, para ver cuáles son las mejores intervenciones para mejorar la salud de las personas a nivel urbano, que es donde más impacta el calor. Tenemos que ver si se puede reducir en el efecto ‘isla de calor’ o no y cómo. En realidad, tenemos bastante evidencia de lo que funciona, que es aumentar las zonas verdes y cortar o reducir el tráfico cuando hace mucho calor. También se tratará de adaptar los edificios, tanto al frío como al calor, como en el caso de los colegios . En los últimos 30 años, el verano ha aumentado de 30 a 45 días. Por eso ahora tenemos más días en los que hace más calor en las aulas y hay que ir adaptándonos poco a poco. -Da la impresión de que vamos un poco tarde. -Siempre llegamos tarde al cambio climático. -Poner aire acondicionado a la población vulnerable es, a veces, una medida criticada por ser un medio contaminante y poco sostenible. ¿Qué opina de esto? -Que tampoco podemos exigir a la gente sacrificios de ese tipo y menos si estamos ante personas vulnerables. Si tienes un familiar vulnerable, no dudes en poner acondicionado. También hay que enseñar los trucos que se conocen históricamente en Andalucía y Extremadura, en las zonas de calor de toda la vida, tales como bajar las persianas, no abrir las ventanas, ventilar solo por la mañana, etc. Ahora bien, ante una situación de aviso rojo no se puede decir que el aire no es un medio de adaptación válido cuando tenemos fuentes contaminantes mucho más importantes, que se pueden eliminar mucho antes y siguen ahí. Se trata solo de usarlo con cabeza. La salud siempre es lo primero. -¿Ve factible algún plan nacional que aborde globalmente esta adaptación? -Se lleva tiempo invirtiendo en rehabilitación energética. Cuando está bien hecha, se logra mantener el confort térmico y eso implica gastar menos en calentar la vivienda, pero también pasar menos calor en verano. Esto va más allá de un plan específico para desplegar aire acondicionado. Quizá lo que haya que hacer como país es un esfuerzo de todas las administraciones para garantizar que esto se lleve a cabo. Quienes tengan su casa bien aislada y bien rehabilitada energéticamente va a estar mucho menos condicionado ante estos fenómenos extremos. -Ha habido ayudas pero los datos demuestran que se ha dado un cambio masivo. -Es uno de los temas que más cuestan, también por la propia estructura de la propiedad de la vivienda en España. En un edificio tienes diferentes edades, gente alquilada, otros propietarios y poner a la gente de acuerdo en ejecutar una obra y pagar una derrama es difícil. Quizá haya que buscar otros instrumentos que faciliten la inversión. Por ejemplo, en Estados Unidos han puesto que todo el coste se meta dentro del IBI, así es el Ayuntamiento el que financia y se paga luego poco a poco. -¿Cree que la población es consciente de la amenaza real que supone el incremento del calor? -Creo que todavía no hemos alcanzado la conciencia de que el cambio climático es una crisis de salud pública. De hecho, cuando se piensa en rehabilitación se piensa todavía en ahorrar dinero la factura y de no pasar frío en invierno, por ejemplo. Y lo que se está viendo ahora es que la pobreza energética es una pobreza energética de calor , o sea, no tener dinero para rehabilitar tu casa para acondicionarla. Ese es un giro que está por hacer: hay que rehabilitar las casas para no pasar calor en ellas. -Los trabajadores constituyen el otro gran colectivo vulnerable. ¿Están a salvo? -El de los trabajadores es un sector muy particular. Yo creo que no se debe tratar como el resto de la población, porque no siempre tienen la capacidad de decidir las condiciones en las que trabajan. Y la autoprotección aplica relativamente en estos casos. Todos los trabajadores deben ser conscientes de su capacidad de protegerse, pero no se puede poner la responsabilidad solo en ellos. Ahora hemos puesto en marcha el grupo de trabajo de Salud Laboral y Calor con el Instituto de Salud y Seguridad en el Trabajo y con los agentes sociales. Hay que implicar a las empresas, que tienen la responsabilidad de proteger a sus trabajadores y los trabajadores, a su vez, de exigir a las empresas que los protejan. El Instituto Nacional de Seguridad en el Trabajo está trabajando con la AEMET para intentar que los índices de estrés térmico sean fácilmente conocidos por trabajadores, con el fin de que sepan cómo tienen que protegerse. -El año pasado murió un trabajador de la limpieza de un golpe de calor en Madrid. ¿No es arriesgado dejarlo abierto a voluntad? -El año pasado ya se aprobó el Real Decreto que regula la jornada cuando hay alerta de calor. Ya existe un sistema de protección de la salud de los trabajadores y de prevención de accidentes laborales; no creo que haga falta hacer algo completamente nuevo. Quizá sí se podrían generar umbrales de calor peligrosos específicos para determinados empleos. Detallado en función de la tarea: no es lo mismo trabajar en una oficina que en el campo. Las administraciones tenemos que dar el mensaje de que el calor es un riesgo laboral muy elevado y que en España, en el 2023, murieron 24 personas por golpe de calor y un tercio estaba trabajando. Esto es una barbaridad. También queda por estudiar cómo afecta la temperatura a los accidentes laborales, por ejemplo, cuando cometes un error ya cansado después varios días de ola de calor. En Italia tienen algún estudio que evidencia que estos accidentes aumentan mucho a partir del tercer día de ola de calor. Nosotros queremos hacer lo mismo aquí y concienciar que no solo tiene consecuencias trabajar al sol. Si hace mucho calor, en cualquier actividad laboral, hay que tener mucha más precaución. -El calor también trae la proliferación de insectos -llamados vectores- que importan enfermedades típicamente tropicales. ¿Qué probabilidad tenemos de tener casos de dengue -por ejemplo- no ya importados, sino autóctonos? -A corto plazo no, pero todos los estudios indican que este momento acabará llegando. Las condiciones climáticas de la zona mediterránea son bastante más propicias para que tengamos dengue, malaria, chikungunya y demás. Hay que estar vigilantes y creo que hay que empezar a concienciar poco a poco a la población de que podemos tener un aumento importante en la próxima década de enfermedades transmitidas por estos vectores en España. Es un riesgo del que tenemos que ser conscientes todos y actuar en consecuencia, por ejemplo, con sistemas de vigilancia en las comunidades autónomas. Hasta ahora se han puesto en marcha herramientas de colaboración ciudadana como Mosquito alert y Garrapata Alert, pero hay que mejorar los sistemas de epidemiología y habrá que tomar medidas para reducir en lo posible su impacto. -¿La sequía entra en los planes del Observatorio? -Hay que estudiar cuál es la relación que tiene con la salud porque es algo que también vamos a afrontar como país en las próximas décadas: la falta de agua es quizás el principal problema de España. Concretamente, planeamos analizar junto con el Comisionado cómo está afectada la salud mental de la población de aquellas zonas con temporadas largas de sequía. -¿Está el cambio climático suficientemente presente en el debate público? -Yo creo que hemos avanzado mucho en los últimos años. Ahora, cualquier persona ha tenido una experiencia clara, directa y efectiva de lo que implica el cambio climático y eso, al final, también va a redundar en que la gente sea consciente del efecto que tiene para la salud. Es una de las principales tareas que tenemos ahora en el ministerio de Sanidad: concienciar a la gente de que, realmente, el cambio climático es la principal causa de problemas para la salud de este siglo.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-06-23 05:23:15
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