Ni la fatiga ni las intensas emociones vividas en Berlí n pudieron con ellos. Doce años después de la última, la selección masculina de fútbol celebró por todo lo alto la cuarta Eurocopa de su historia. Lo hizo acompañada por una afición volcada con su equipo nacional, deseosa de salir a las calles para aclamar a unos jugadores que ya forman parte de la historia del fútbol español. Decenas de miles de personas siguieron el recorrido del autobús descapotable que llevó a los internacionales hasta la plaza de Cibeles en un largo trayecto que comenzó con las visitas institucionales a los palacios de la Zarzuela y de la Moncloa, donde fueron recibidos por la Familia Real al completo y el presidente del Gobierno. Después se desató la fiesta, coronada en el escenario situado frente al Palacio de Comunicaciones, sede del Ayuntamiento de Madrid, en donde los futbolistas se sintieron en su salsa. Allí se cantó, se gritó y hasta se habló del futuro, del Mundial 2026 que ya asoma en el horizonte y de la ilusión renovada de coser una segunda estrella a la camiseta. Ya nada parece imposible para esta selección. Fue un día largo de verdad, al igual que lo fue la noche anterior. Y tanta actividad se reflejaba en los rostros de los jugadores, mezcla de cansancio y excitación por el momento que les tocaba vivir. La expedición aterrizó en España pasadas las tres de la tarde, una hora después de lo previsto pues hubo retraso en la salida de Alemania porque las medidas de seguridad fueron estrictas. El avión, un Airbus A321 de Iberia, bautizado como Delta del Llobregat, llevaba 93 personas a bordo. Junto a los jugadores y el cuerpo técnico viajaron personal de la Federación, familiares y exjugadores. Allí también hubo risas, cánticos y discursos improvisados a través de la megafonía del avión. Álvaro Morata y Luis de la Fuente fueron los encargados de salir los primeros con la copa una vez se abrió la portezuela. Y junto a ellos, un Pedro Rocha eufórico, uniformado también con el chandal de la selección y al que le costaba soltar la mano del trofeo. De hecho, fue él quien lo bajó por la escalerilla en solitario antes de posar junto al seleccionador y los 27 jugadores presentes, los 26 campeones y Gavi, invitado de excepción a participar de la fiesta. Todo ello, en medio de una inesperada ventolera que en ese momento azotaba la capital. No había demasiado tiempo, pero el equipo pudo recuperar fuerzas en un hotel de cinco estrellas en la plaza de España. Hubo una comida privada y los internacionales pudieron descansar un rato antes de encaminarse hacia la primera parada, el Palacio de la Zarzuela. Fueron recibidos por los Reyes y sus hijas . Tanto la Princesa Leonor como la Infanta Sofía vestían la camiseta de España con el 10 de Dani Olmo a la espalda. También Doña Letizia escogió un traje de color rojo para la ocasión. «Gracias por vuestro esfuerzo, por jugar como jugáis, por esa vitalidad y espíritu de equipo», dijo Felipe VI a los grandes protagonistas del día tras recibir de regalo una camiseta con el dorsal 4 y la leyenda ‘Reyes de Europa’. «Vuestro legado es inmenso. Gracias por lo que habéis regalado a toda España, que nos venía bien una alegría como esta», admitió el monarca, que siguió departiendo de forma informal con toda la plantilla en los jardines de La Zarzuela. Para entonces el programa inicial ya llevaba cierto retraso, y los aficionados que abarrotaban la Cibeles desde horas antes intuían que los esperaba una larga espera. Así acabó siendo. Mientras, el autobús de la selección tomó rumbo a su siguiente destino. Pedro Sánchez , presente en el Olímpico de Berlín, fue el encargado de recibir a los campeones junto a Pilar Alegría , ministra de Educación y Deportes, y José Manuel Rodríguez Uribe s, presidente del Consejo Superior de Deportes, que ya habían acompañado a los jugadores en la recepción real. «Gracias por haber dado la mejor versión de España. Lo que se ha logrado en términos históricos es extraordinario, formidable. Hay veces en las que no gana el mejor, pero esta vez la selección ha jugado de cine», comenzó el presidente del Gobierno. «El problema, seleccionador, es que queremos más» , dijo dirigiéndose directamente a De la Fuente y haciendo referencia al Mundial 2030, que España organizará junto a Portugal y Marruecos. Cumplimentadas las visitas institucionales, la selección cambió, ya sí, de autobús y comenzó la rúa por las calles de la capital a través de un flamante vehículo descapotable decorado en rojo, con la palabra ‘Campeones de Europa’ serigrafiada en negrita. Tal vez por inercia, fueron los jugadores del Real Madrid, Carvajal, Joselu y Nacho, quienes ocuparon la delantera del vehículo junto con el trofeo. Saliendo de La Moncloa, los campeones se dieron su primer baño de masas en la calle Princesa, abarrotada de seguidores con banderas y camisetas. «¡Sí, sí, sí, la Copa ya está aquí!», «¡España, España!» y «¡Yo soy español, español, español…!» fueron los cánticos más repetidos por los aficionados agolpados en las aceras y apostados en los balcones. Luego, desde Alberto Aguilera se bajó por los bulevares hasta otro punto emblemático, la plaza de Colón, escenario de otras celebraciones históricas. Para muchos resultó un regreso al pasado, a ese quinquenio mágico entre 2008 y 2012 en el que la selección entró en el olimpo de los mejores equipos de la historia. Allí estuvo también Jesús Navas, histórico protagonista y puente entre ambas generaciones. Muchos recordaron otros momentos míticos de aquellas celebraciones: Fernando Torres y sus bufandas del Atleti, el ‘¡viva España!’ de Xavi Hernández, el chicle que Gerard Piqué le escupió a Pedro Cortés encima del autobús o los chistes con los que amenizaba Pepe Reina… El autobús continuaba lento pero sin descanso. Dentro, los jugadores grababan con sus teléfonos móviles y se protegían del calor con cervezas y vasos de ‘mini’. Previo paso por Serrano, el equipo llegó pasadas las nueve de la noche a la Puerta de Alcalá, repleta también de gente a la que le resultaba imposible acercarse más hasta Cibeles. Se acercaba el gran momento. En la plaza donde el Real Madrid celebra sus triunfos era imposible que cupiera un alma más. En el escenario amenizaban Isabel Aaiún, Aitana y Almacor, pero la gente esperaba por otras estrellas distintas. La euforia crecía encima del autobús, con Lamine Yamal y Nico Williams organizando los bailes a sus compañeros, con Cucurella con la melena recogida en un moño para mitigar el calor, con Morata interactuando más que nadie con los aficionados… Y entre todos ellos, un hombre feliz. Luis de la Fuente, que no se despegaba de sus hombres de confianza y saludaba con ganas a la gente. Cuando el autobús por fin enfiló la calle Montalbán y atisbó la fuente de la diosa se desató la apoteosis. La fiesta no había hecho más que comenzar. Los jugadores accedieron al escenario desde el interior del consistorio madrileño y Morata, el capitán, se convirtió en el maestro de ceremonias . «Españoles, buenas noches. ¡Somos el mejor país del mundo y somos campeones de Europa!». Micrófono en mano, casi sin voz, puso a cantar a todo el mundo ‘Gibraltar es español’ y presentó uno a uno a todos los campeones. Hubo entradas enardecidas, como las de Unai Simón o Carvajal, este a pecho descubierto, y otras más comedidas (Oyarzabal, Le Normand o Fabián). La gente se volcó con todos, pero puso mayor empeño al pedir el Balón de Oro para Rodri o con los cánticos de Lamine Yamal (cada día te quiero más) o de Cucurella (se come una paella). Remató la noche Luis de la Fuente, cantando ‘Quijote’ de Julio Iglesias junto a su amigo Patxi Salinas.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-07-15 22:02:57
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