Donald Trump y Kamala Harris no se conocen. Nunca se han saludado, no han compartido una mesa, no se han sentado hablar. Hoy se verán por primera vez cara a cara en la que puede ser la noche más decisiva de las elecciones presidenciales : el primer -y, por el momento, último- debate entre ambos candidatos. Será a las nueve de la noche (tres de la mañana del miércoles, hora peninsular en España) desde Filadelfia , la principal ciudad de Pensilvania , quizá el estado más crucial para decidir quién se quedará las llaves de la Casa Blanca durante los próximos cuatro años. Ocurre con exactitud 75 días después del fatídico debate -para el entonces candidato demócrata- entre Joe Biden y Trump. El descalabro del actual presidente de EE.UU. le invalidó como candidato y precipitó su renuncia . Aquella noche de junio será un recuerdo para todos de que un mal desempeño se puede pagar caro. Esto importa sobre todo a Harris. El debate será su gran prueba de fuego . La mejor oportunidad para que los votantes conozcan de qué está hecha. Para descubrir su personalidad y sus ideas. La mayor parte de la atención estará puesta en ella, lo que constituye una anomalía. El magnate Donald Trump ha sido la figura dominante de la política estadounidense de la última década, desde que presentó una candidatura a la presidencia que pareció inverosímil en 2015. Su éxito prolongado -al menos, como líder del Partido Republicano – se ha debido a su capacidad de acaparar la atención. Trump ha mantenido el foco en sí mismo encadenando declaraciones explosivas, escándalos, batallas judiciales e intentos de mantenerse en el poder a toda costa. Sin duda, buscará robar el protagonismo esta noche a la vicepresidenta de EE.UU., pero el interés está en ver el desempeño de Harris. Trump es el político más conocido del mundo. Odiado o idolatrado, su figura está bien anclada en la inmensa mayoría de los votantes. El debate no afectará demasiado su percepción pública, aunque elija una conducta más ‘presidenciable’ o más volcánica. Harris es la incógnita de la noche. Y la que más tiene que ganar o que perder. Si Trump es el fenómeno político de la última década en EE.UU., Harris lo es del último mes y medio. La coreografía perfecta diseñada por el Partido Demócrata en este tiempo -renuncia de Biden, adhesión demócrata alrededor de su figura, aclamación en la convención, actividad frenética en campaña- la ha impulsado de manera evidente. Se percibe en las encuestas, donde Harris ha eliminado la ventaja que Trump tenía frente a Biden. Y en su índice de popularidad, que ha dado un salto fenomenal: según el acumulado de sondeos de ‘FiveThirtyEight’, solo el 38% de los votantes aprobaba a Harris el 21 de julio, cuando Biden anunció su adiós. Ahora lo hacen el 46%, el mismo porcentaje que la suspende. Por su parte, Trump se mueve en un índice de aprobación cercano al 40% desde que dejó la presidencia. Harris ha conseguido este impulso con una campaña guionizada casi por completo, en la que ha mostrado voluntad moderada y mucha sonrisa y donde apenas ha dado una entrevista con algo de profundidad. Su estrategia ha sido surfear el entusiasmo demócrata, el alivio de no tener a Biden como candidato y venderse como la candidata del cambio, pese a que lleva tres años y medio en el Gobierno de EE.UU. Esta noche será un examen de noventa minutos, tanto de imagen como de sustancia. Sus antecedentes no son muy prometedores. En los debates de candidatos demócratas a la presidencia en las primarias de 2020, no brilló y solo cosechó atención con acusaciones de racismo contra Biden, que era el favorito en la contienda. Sí salió mejor parada del debate entre candidatos a la vicepresidencia, frente a Mike Pence , el segundo de Trump, con una frase que caló: «Estoy hablando», le dijo a Pence para parar sus interrupciones. Quizá hoy Kamala echará de menos esas interrupciones por parte de Trump. Su campaña ha peleado para que en el debate haya micrófonos abiertos. Es decir, que los votantes puedan escuchar las reacciones intempestivas de Trump, sus intentos de cortar a la rival, con la esperanza de solidificar la idea del caos que envuelve al expresidente (la campaña republicana se opuso y al final los micrófonos estarán cerrados mientras habla el otro debatiente). Esa propuesta de micrófonos abiertos es una señal clara de que la mejor baza para Kamala Harris es el Trump desatado, faltón, indisciplinado. Preguntada en una intervención radiofónica en ‘The Rickey Smiley Show’ sobre cómo espera que se comporte el expresidente, Harris pareció dejar claros sus deseos: «Va a utilizar su viejo manual», dijo sobre los habituales ataques personales que hace Trump. « No hay suelo para él sobre lo bajo que irá . Estamos preparados para ello y también sabemos que dirá muchas cosas que no son verdad. Mi plan es dejar claro que él solo pelea para sí mismo«. Harris tiene muchos flancos débiles. El principal, ser la segunda de una Administración Biden impopular. El objetivo de Trump será achacarle la gestión económica, la inflación disparada que han sufrido los votantes, la implicación de EE.UU. en dos guerras que dividen al país – Ucrania y Gaza -, la inmigración masiva y su giro ideológico hacia el centro, en busca de votantes. Harris tendrá que hacer acrobacias para defender a la Administración a la que pertenece y, al mismo tiempo, convencer al votante de que ofrece algo diferente y mejor. Tendrá que hacerlo cuidando su tono, sin alimentar el cliché de la ‘mujer enfadada’ que puede no gustar a algunos votantes y sin entrar en los ataques que le lanzará su rival. Donald Trump y su indisciplina pueden ser sus principales aliados. Pero el expresidente también tiene otras debilidades: el aborto y sus idas y venidas recientes al respecto, su campaña contra los resultados de 2020 que culminaron con el infame asalto al Capitolio y sus innumerables batallas judiciales. Harris buscará presentarse como la fiscal ordenada -lo fue en California – frente a un convicto de la justicia, envuelto siempre en turbulencias. La mejor apuesta de Trump es una pregunta sencilla, que utilizó de forma magistral Ronald Reagan en un debate de 1980 para imponerse al entonces presidente, Jimmy Carter : «¿Estáis mejor ahora?». Las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses dicen que vivían mejor -al menos, en lo económico- con el multimillonario neoyorquino. Pero necesitará que ese mensaje no tenga otras distracciones. Es evidente que Harris reconoce lo mucho que se juega hoy. Se ha encerrado con su equipo los últimos cinco días en un hotel de Pittsburgh , en el oeste de Pensilvania, para preparar el debate. Ha reclutado a un veterano de la campaña de Hillary Clinton , Philippe Reines , para hacer el papel de Trump en ensayos del debate. Ha montado un escenario televisivo y sus asistentes se han hecho pasar por presentadores de televisión para meterse en ambiente. La preparación de Trump ha sido con sesiones para refrescar sus ataques sobre el historial político de Harris y para preparar respuestas a posibles dardos de su rival y de los moderadores. Ha fichado a Tulsi Gabbard , que fue diputada demócrata por Hawái , y también candidata a la presidencia por el Partido Demócrata en las primarias de 2020, en las que se vio las caras con Harris. De hecho, ella puso contra la pared a la actual vicepresidenta en los debates y ahora ha ayudado a Trump a hacer lo mismo. El expresidente, ante todo, improvisará. Es su mejor arma. Tiene un instinto insuperable delante de la cámara y mucha más experiencia que su #rival en estos escenarios. La demostración máxima de esto fue en su reacción al atentado que sufrió en julio en un mitin en Pensilvania. Se salvó de milagro pero, de inmediato, se levantó del suelo y con la cara ensangrentada levantó el puño al aire y gritó «¡luchad!» a la muchedumbre. No hay ejército de asesores que enseñe a hacer eso.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-09-10 02:50:32
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