Como en los cines de los años 80, los socios del Sevilla tuvieron la oportunidad de asistir ayer en el Sánchez-Pizjuán a una sesión doble. En esta sesión, el espectáculo se desarrollaba en simultáneo: por un lado, el deportivo, con el choque del Sevilla contra el Getafe, y la perentoria necesidad de ganar por fin un partido; por otro, el choque de la afición contra la directiva, bajo el lema de Junior vete ya, con una ruidosa sensación de cabreo que pintó la grada de color amarillo, una elección no apta para supersticiosos. El espectáculo deportivo consiguió, finalmente, superar al de la protesta, esto es, el espectáculo político. Y eso que la protesta fue clamorosa. Por primera vez en la historia, la afición secundó el himno del Arrebato no solo con bufandas sevillistas, sino también con cientos de carteles que exigían la dimisión del presidente. Fue acabar el himno, incluso con el partido principiado, y los pitidos hicieron arder el estadio; seguramente la pitada debió escucharse hasta en Puerta de Jerez. El presidente y la Junta Directiva aguantaron el tipo, que en realidad era todo un auto de fe: allí estaban los condenados, apechugando por sus pecados, frente a una muchedumbre enfebrecida. Los autos de fe medievales en Sevilla se celebraban en la Plaza de San Francisco, e incluían ejecuciones públicas e incluso momentos de repugnante salvajismo. Poco a poco, estos actos religiosos de penitencia y justicia fueron adquiriendo un carácter casi festivo. En el auto de fe a Junior, Pepe Castro y compañía de ayer en el Sánchez-Pizjuán, había pocas ganas de fiesta, sin embargo los centenares de globos amarillos que saltaron al campo al final de la protesta dieron a la tarde un aire de piscina de bolas infantil. La pelota echó a rodar y ahí comenzó el segundo espectáculo, el deportivo. Y después del auto de fe, el sevillismo ansiaba un acto de fe. No tuvimos ocasión de despedirnos de Ocampos en el Sánchez-Pizjuán, pero en cierto modo la afición entendió que con la marcha del argentino perdíamos un pedazo importante de las señas de identidad del Sevilla. El conjunto de García-Pimienta es un equipo blando, pipiolo, imberbe, sin rabia. Por eso, ayer, necesitábamos un acto de fe. Entre auto de fe y acto de fe solo hay una letra de diferencia: la ce. Es la ce de casta y coraje, los valores que parecían haberse diluido esta temporada. Ayer, frente al Getafe, la ce de la casta y el coraje la puso quien encarna como nadie estos valores, quien los lleva tatuados en su alma y en sus botas: nuestro capitán, don Jesús Navas, el jugador de más edad en la historia del Sevilla, quien hace menos de medio año estuvo a punto de salir por la puerta de atrás del club y que ayer, después de venir soportando dolorosas molestias en las últimas semanas, puso en pie a Nervión, con una aclamación, cuando fue sustituido, que compitió en decibelios con la pitada inicial a la directiva. En Puerta de Jerez también debió escucharse, seguro, la ovación. Fue un partido difícil, de fricción y navaja, como lo son todos contra el equipo de Bordalás. Pero el ejemplo de Navas ejerció un efecto contagioso sobre los de Nervión, al que le salió barba de repente. Qué pena que Marcao -esperamos que la conmoción cerebral por la que fue sustituido no sea nada- tenga algunas veces esos errores y titubeos incomprensibles, porque en realidad el Sevilla lo que necesita son muchos Marcaos: jugadores capaces de contener bordalismos. Fútbol callejero, de choque, fiero. Fútbol de casta y coraje, como el que ayer derrochó nuestro capitán, nuestra enseña, don Jesús Navas. El espectáculo deportivo le ganó ayer la partida al político. Los cánticos contra la directiva fueron perdiendo fuelle, y al final, con los tres puntos ganados, al salir del estadio, ya nadie se acordaba de indignaciones. Demasiadas fatiguitas para amargarse el día en que al Sevilla se le ocurre por fin ganar un partido.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-09-15 06:21:55
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De auto de fe a acto de fe
