La cita de anoche en el teatro de la Maestranza se anunciaba como ‘Noche única’, esas que en la programación de esta Bienal se han catalogado como insólitas, imprevisibles, sorprendentes y demás argumentos para decir algo así como, «el que no venga se lo ha perdido». Eva Yerbabuena quería hacer algo especial y tituló su propuesta ‘Solo a Sevilla’, como si la bailaora quisiera hacernos un regalo, y nos lo hizo. Quería además, bailar flamenco, pero sin aditivos, ni coreógrafos contemporáneos de largo apellido, ni otras músicas. La maravillosa y única guitarra de Paco Jarana, qué toque por Dios tan cabal, y maravillosas sus composiciones en solitario. Eso si, cuatro cantaores como cuatro torres: Miguel Ortega, Jesús Corbacho, Segundo Falcón y Antonio, El Turry. Cuatro voces diferentes en quiebros y en tonos, pero con la misma sabiduría cantaora que tuvieron una noche iluminados por los hados de Silverio. El espectáculo de Yerbabuena demostró algo muy importante, y es que se puede dirigir una obra con sencillos elementos escénicos para que suponga algo más que un recital . La misma presentación, con la bailaora a luz abierta de sala, saliendo todos los artistas situándose en el escenario, ya deparaba lo que luego iba a ocurrir, y ocurrió. La dirección de Yerbabuena y el diseño de luces de Fernando Martín nos fueron llevando de escena en escena como si fuera una dramaturgia, con una estructurada aparición de los distintos bailes y cantes sin que el espectáculo perdiera en ningún momento agilidad, sino todo lo contrario. ¡Y cómo bailó Eva Yerbabuena! . Salió fuerte, empoderada, mandando por bulería por soleá, y hasta cinco veces interrumpió el público el baile. No puede ser más flamenca, no se pueden meter mejor y más limpios los pies, ni mover las manos con mas arte. Recogida y de negro y azabache, con un caracol en su pelo, clásica y recordando a sus maestras, pero siendo ella: Yerbabuena al natural. Y para que no se olviden que ella puede bailar en estética más contemporánea, sale en el suelo. El Oruco tira de su traje azul de gran cola lisa se sienta en un taburete y hace un cambré exagerado mientras Oruco gira el soporte. Abdominales de acero, pienso mientras veo a la bailaora en paralelo al suelo girando como si fuera una lámnca. Eva baila con Cristian Lozano un corto paso a dos que tiene su puntito de modernidad. La justa pero necesaria, porque ella sabe de estéticas clásicas, pero también de las que utiliza en otros momentos. Ella sabe y mucho y nos lo cuenta con su baile: la epoca azul y luego vino la cubista, que dirían los plásticos. Seguiriyas, taranto, el cante de su sobrina delante, Esperanza Garrido, ole también, y las dos joyas invitadas, mujeres flamencas hasta el tuétano, La Fabi y Marina Heredia por tangos, que regalo de cante a dúo. Los cantaores se encuentran varias veces juntos, se pisan, se enredan en los cantes y se quedan firmes bajo la luz para embarcase por Huelva. Fandangos naturales, recordando a Toronjo, bellísimo. El cante, un veinte y la percusión de Daniel Suárez. Baila Yerbabuena, tientos y se parte el escenario, y el delirio cuando al final lo hace por alegrías , ataviada con una bata de cola de las de antes, con enormes volantes y pesando. Aquello es para lucirse, y lo hace. Bata de cola y mantón y surge allí mismo la casa Coral cuando tira el mantón hacia arriba, lo mueve, lo adorna, no lo abandona en ningún momento. ‘Manos como palomas’, que diría Matilde Coral, y Eva las tiene, se recoge, estrecha el baile, lo mima y lo adorna. El público estalla en oles. Abre el mantón, lo pasea, el cante la arropa y la acompaña y le baila al cante a placer, ¡qué regalo, Sevilla, qué regalo!. Mete los pies, musicales, sin aporrear el escenario y ahí está su baile. ¡Señora!, le jalea el cante. Si, ¡señora!…, y con ella al cielo. El Maestranza se desboca en aplausos, y con razón. Noche única de verdad.
Source link : https://www.abc.es/sevilla/cultura/eva-yerbabuena-20240925105402-nts.html
Author : (abc)
Publish date : 2024-09-25 21:31:14
Copyright for syndicated content belongs to the linked Source.
¡Eva Yerbabuena…, y con ella al cielo!
