Es miércoles y Sevilla pasea con garbo sus reflejos amarillos y anaranjados. Es el día perfecto para una cita memorable : por la mañana, amenaza de nubes y lluvias; por la tarde, recuerdos del verano; por la noche, un tocado de luces y un aire fresco. Un nervio inevitable se acerca cada vez más y más a las puertas de la Diputación de Sevilla. Al otro lado espera María José Llergo y su ‘ Ultrabelleza ‘, un disco que sonará por primera vez en Sevilla gracias al Festival del Patio . Llergo llega 15 minutos tarde, no más, el retraso justo que precede a una noche perfecta. Ni mucho ni poco, como el segundo pellizquito de sal que echamos a la olla por si acaso. Primero salen Julio Martín (al teclado) y Carlos Sosa (a la batería, caja y percusión). El primero se sitúa a la izquierda, el segundo a la derecha. Una voz empieza a escucharse: «Mami, mami, ¿es que querer así está mal? ¿Por qué dicen que este amor es antinatural?»; el centro, por poco tiempo vacío, se llena de aplausos hasta que lo ocupa María José Llergo con la primera canción: ‘Ultrabelleza’. La voz de cordobesa parece levantar un viento repentino que atraviesa el patio de la Diputación, sus butacas y su grada llena de gente. Algunos se cruzan de piernas, otros se agarran a la silla y unos cuantos empiezan a palmear. Se hace presente una suerte de incomodidad agradable, esa con la que nos preparamos para un momento queremos disfrutar. El eco de Llergo al cantar «bendito sea el que ama, y ¿qué más da?» rebota directamente contra la oscuridad de la noche antes de dejar un silencio entre los presentes: « Este disco me está llevando por los sitios más ultrabellos del mundo y Sevilla no podía ser menos », confiesa, y la capital hispalense lanza por ella un primer suspiro entre aplausos. Al momento Sosa y Martín izan el ritmo de ‘ Superpoder ‘. «¡Así que vámonos!», azuza María José saltando y brincando. Entre el público se empieza a evidenciar algo: las sillas sobran. Llergo se mueve de un lado a otro, vibra con la canción, serpentea alguna coreografía leve, incluso se agacha de tanto en tanto en un lado del escenario, con la suavidad de quien se acerca a contarte un secreto: « Aprendí a cantar llorando, juntas estamos cambiando lo feo de este mundo malo ». Dice Llergo que su propuesta es minimalista, hay quien puede pensar que incluso un poco desangelá , pero no hace falta mucho para entender cómo la versatilidad y el talento de Martín y Sosa, junto a la magnitud vocal de Llergo, lo copan todo. No tiene sentido llenar el escenario de artificios porque entonces no sería tan honesto, tan libre y tan real. Ya no hay nervio en esta cita, solo emoción, y María José se deja conocer, se muestra como es —generosa, inmensa— pero poquito a poco, justo antes de dar paso a cada canción. « Estoy bendecía , siento que puedo realzar mi sombra para encontrar mi propia luz», admite ante una Sevilla que ya empieza levitar un poco sobre su asiento. «¡Disfruta, Julio!», le dice la cordobesa a Martín, que pinta en el teclado una melodía dulce para dar pie a ‘ Visión y reflejo ‘. Llergo sigue el ritmo pausado de las notas, lanza un quejío como si pronunciara un verso libre en la lengua del duende : «Desde el día que nací ando matando a la muerte». ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! El ritmo que irrumpe sorprende, la canción muta: su luz es flamenca; la negrura, eléctrica . Llergo mira a las primeras filas y agradece al músico Carlos Rivera (Lost Twin), de Alcalá de Guadaira, su participación en la composición de la siguiente canción: «¡Eres el mejor! Esta canción es gracias a ti». La cordobesa se mueve sin parar sobre el escenario. Suena ‘ Me miras pero no me ves ‘ y su gesto, a veces flamenco a veces teatral, cambia de piel, muda sus sombras. Carlos Sosa conduce las palmas entre el público, que cada vez se siente más confuso: está sentado, pero no quiere estarlo, ¿por qué sigue sentado? ¿qué le impide levantarse? Llergo termina el tema acordándose de Rivera una vez más: « Cuando recibo los tentáculos de esta industria me acuerdo de él , que me enseña a ser mejor artista y persona ». ‘ Juramento ‘ abre el melón de las primeras citas: si piensas que esto va tan en serio es porque tiene que ser real. «La compuse en el Sacromonte pensando que le pediría matrimonio a Andalucía en el Generalife, ¿qué os parece? ¡Tengo mucha imaginación!», comenta la artista cordobesa entre las risas del público. «Espero que si alguien hace una promesa de amor eterno se inspire en esta canción», manifiesta Llergo y Sevilla, de nuevo, suspira medio flotando. La noche se anima, las sillas siguen ahí y nadie sabe por qué. Llergo baila, el ritmo sube y ‘Juramento’ levanta los codos, sacude las cinturas y las sillas siguen ahí. La canción termina súbitamente y un breve silencio deja paso a la siguiente: ‘ A través de ti ‘. «Soy solo de mi, soy solo de mi», canta María José y su voz se estira una y otra vez, una y otra vez, como si quisiera rozarnos. La evidencia es unánime: « ¡Me encantaría que pudiérais bailar y saltar como yo! », se queja con una sonrisa Llergo. Para ‘ Malahe ‘, la artista brinda otra perla de introducción: «Si alguien os dice malahe es porque estás siendo libre. Ahora es mi piropo favorito. Ese critiqueo es el que merece la pena, ¡vamos a ser malahes !». La canción rebota y Llergo tira su banco al suelo mientras lanza otro quejío: «Baila como el agua, baila como el aire». Un pequeño salto hace la transición con la siguiente canción: ‘ La Luz ‘. Las palmas ya son multitud entre las sillas y el pueblo toma la Diputación desde la mayoría más democrática: algunos se levantan, otros se mueven hacia los costados del patio, pero aquí todos quieren bailar. Una vez más —y nunca parecen suficientes— Llergo lanza su voz al cielo y el respetable se olvida de todo para brindarle un aplauso. No hay un perfil concreto de público, no existe una forma posible de vallar, dividir o etiquetar a quienes han acudido esta noche a la cita con la cordobesa. No sirve de nada intentarlo. Eres lo que proyectas, como dice Llergo, y su público es diverso como ella, así que para la siguiente canción no pone ningún velo: «Aquí es donde hablo de mi bisexualidad». Con ‘ Novix ‘ Llergo se hace una con el público que corea, ya de pie, los versos de la cantante. María José dibuja un corazón con sus manos cada dos por tres. Lo alza, lo muestra. «Os quiero mucho, Sevilla», dice. Se entrega. Su público también. Se suceden ‘ Tencontrao ‘ y ‘ Lucha ‘ y el público ya no disimula: la silla no existe si la ignoras lo suficiente. Pasa la hora de concierto y parece que llega el momento. Un aviso, un amago: « ¡Es la última! », miente Llergo entre risas. « Sabéis que no, pero lo tengo que decir », admite entre aplausos. La elegida es ‘ Aprendiendo a volar ‘ y cuando termina el público cumple con su parte del acuerdo al grito de «otra, otra», con la convicción y la emoción de quien ve la retransmisión de una antigua victoria de su equipo, pero aún así celebra el gol. Julio marca al teclado unas notas que crean expectación porque la que suena es una melodía que vive prácticamente en la memoria colectiva, se transmite de generación en generación como una bendición crónica. De un costal del patio, al lado de las butacas, aparece María José Llergo , que sorprende al público con ‘ Pena, penita, pena ‘. La cordobesa se mueve entre las sillas y se alzan los móviles. La gente se levanta, se acerca, la busca. Ella se acerca aún más, está ahí, los abraza directamente con su voz. Tanto que casi tropieza con la valla del técnico de sonido al cantar que es un potro desbocao, pero ella se reafirma: « ¡Soy una potra desbocá !», y parece que corta el ritmo pero no se así: la canción sigue, Julio continúa, ella disfruta y Sevilla con ella. La voz de Llergo parece un monumento justo en medio del patio , una estatua enorme, lustrosa, hipnótica: «¿Qué bien suena este sitio no?», dice antes de terminar la canción y volver al escenario para cerrar el concierto que, aunque breve, deja el pecho lleno y rebosante. ‘ Rueda, rueda ‘ es la elegida para la despedida: no hay tristeza ante la evidencia de un reencuentro más próximo que tardío, por eso en esta noche que acaba de empezar la cita termina como una fiesta. Sevilla celebra la música de Llergo, le agradece con un aplauso de varios minutos una noche memorable y se despide con la certeza de que esto no ha sido flor de una noche . Solo hay que buscar día y hora.
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Author : (abc)
Publish date : 2024-09-25 23:27:49
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