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Berlín celebra la inauguración de su era Thielemann

Berlín celebra la inauguración de su era Thielemann



Christian Thielemann tomó la noche del lunes la batuta para presentarse por primera vez como director titular ante el público más fiel de la Staatsoper unter den Linden que, en definitiva, es el que más manda. En un acto de magnanimidad, concedió gran protagonismo en su debut a Daniel Barenboim , su precursor, que ha dirigido la institución durante treinta años y que se va tranquilo sabiendo que Thielemann mantendrá en su espíritu el sonido tradicional de la Staatskapelle. Pero este primer concierto, que la cadena de televisión Arte grabó y emitirá el 13 de octubre, es toda una declaración de intenciones. Thielemann, seguramente con el mejor repertorio romántico de Europa, nunca ha ocultado su gusto conservador, pero en este programa ha dejado claro que llega dispuesto a romper convenciones y a sorprender al respetable. No eligió a Wagner, ni a Beethoven, ni a Strauss, por los que siente una declarada pasión y sobre cuyo estudio ha llegado a al grado de erudición. Incluyó, sin emabrgo, al canadiense establecido en Berlín Samy Moussa y su ‘Elysium’, que ya estrenó en 2017, todo un guiño a la actual clase musical de actualidad en Berlín. Optó además por música contemporánea de Arnold Schönberg, tradicional oponente del abonado, y por el Segundo Concierto para piano de Mendelssohn, interpretado por Igor Levit , el más activista político entre los virtuosos del teclado y el favorito de la escena cultural de izquierda. Una primera lectura del programa se traduce en que Thielemann recuperará el programa alemán en la Staatsoper, pero no a costa de la excelencia, que adora por encima de gustos o convicciones. Otra lectura importante es que no llega dispuesto a dejar de ser él mismo, a pesar de las críticas que insinúan su pasión por Wagner como un síntoma de ultranacionalismo. Nada había en este programa que supusiese en realidad una concesión. No en vano, la pieza de Schönberg ‘Pelleas und Melisande’, proviene de la fase inicial del compositor, cuando todavía era hiperromántico. Y con Igor Levit mantiene una amistad personal y artística desde diciembre de 2023, cuyo primer fruto acaba de ser el lanzamiento de un magnífico álbum con los conciertos para piano de Brahms. Esa complicidad se hizo evidente en el escenario. Ambos fluían a través de la partitura de Mendelssohn con aterradora facilidad, especialmente en los pasajes más intrincados para el pianista, aunque en algún momento faltó conexión con la orquesta. Levit, casi en trance, conmovió al público en un día muy señalado para él. Era el primer aniversario del ataque de Hamás a Israel y con la bandera alemana ondeando a media asta sobre la soberbia sede de la Staatsoper, Levit amagó con una declaración, pero prefirió «dejar que hable la música», y regaló como bis ‘Kaddish’, de Maurice Ravel , con el que estableció un tono moral y estético singularmente elevado en la velada. Thilemann, en un envidiable momento de esplendor maduro, dirigía ya como en su propia casa y mostraba primicias de una era magnífica para este escenario. Habían acudido, por cierto, varias generaciones de ministros de Cultura y gestores culturales alemanes. Nadie quería faltar al acto de relevo, con el que queda inaugurada la era Thielemann. Incluso destacados políticos que no suelen dejarse ver por la ópera; desde el líder de la oposición conservadora CDU, Friedrich Merz , hasta la exministra de Cultura de Merkel, Monika Grütters , pasando por otro exministro, Jens Spahn , acompañado por su marido, Daniel Funke , estuvieron presentes en el traspaso. El senador de Cultura de Berlín, Joe Chialo , se marcó un discurso -tan largo que Barenboim apenas pudo soportarlo de pie-, rentabilizando así políticamente el fichaje de Thielemann, a modo de trofeo. Es cierto que el regreso definitivo del director a su ciudad natal, después de tantas décadas de destierro, es vivido por la afición berlinesa como un acto de justicia. Thielemann dirigía de forma brillante la Deutsche Oper de Berlín cuando, tras la reunificación administrativa de las óperas de la ciudad, los gestores culturales decidieron que no era conveniente la contraprogramación y que sólo la Staatsoper permanecería como escenario de referencia. Fue una sentencia de expulsión. El camino de vuelta ha sido largo. Thielemann subió por primera vez al podio de la Staatsoper en el verano de 2022, cuando se hizo cargo de las interpretaciones de la 7ª Sinfonía de Anton Bruckner y el Preludio y Muerte de amor de la ópera ‘Tristán e Isolda’, de Richard Wagner. En octubre de ese año, reemplazó al convaleciente Barenboim en el ciclo del ‘Anillo’ del propio Wagner, donde contó ya con el apoyo del público como sucesor, y más tarde ha dirigido la orquesta en una gira por Asia que ha servido para ganarse a los maestros. Este mes de octubre tendrá que someterse a una operación de tendón, a la que le seguirán cinco semanas de rehabilitación, y en noviembre espera estar de nuevo a pleno rendimiento para el avance, ya sin más distracciones, de la era Thielemann.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-10-09 13:01:04

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