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Gestados en el circuito para dominar las carreteras

Gestados en el circuito para dominar las carreteras



El automóvil y la competición han ido de la mano desde su origen, ligados para siempre por la eterna búsqueda humana de la superación. Más velocidad. Más optimización. Más riesgo. El paso de los años -y las ingentes fortunas que se han fraguado gracias al automovilismo- han llevado a ingenieros y pilotos a buscar el triunfo y la gloria en unas centésimas de segundo. Ahora, los coches son más rápidos que nunca, con centralitas que calculan los vectores de la dirección, la presión de los neumáticos, la resistencia del asfalto y el momento óptimo de cambiar de marcha a un ritmo tan rápido que es inconcebible para el cerebro humano. Hemos creado materiales sintéticos, menos densos que los huesos pero más resistentes que el acero. Hemos creado cambios de marchas instantáneos, que solo con rozar las levas tras el volante ya han pasado a la siguiente relación, para que no se pierda, ni un momento, toda la potencia a las ruedas. Hemos averiguado que, con canalización ingeniosa, el viento que cortan los coches mejora su tracción. Hemos inventado trajes ignífugos para que, en el inevitable accidente, se pueda esquivar la muerte. Como la evolución natural, los automóviles de uso cotidiano y los de competición comparten un antepasado común. En las primeras competiciones, que se llevaban a cabo en carreteras convencionales, los participantes usaban coches de serie como el Peugeot Type 5, que entregaba dos caballos de potencia en su motor de 565 centímetros cúbicos. El automovilismo tiene sus raíces en Francia a finales del siglo XIX. La primera carrera reconocida fue el París-Rouen de 1894, en la que se mezclaban elementos de lo que acabarían convirtiéndose en las disciplinas de rally y de resistencia. A partir de ese momento, comenzó una carrera armamentística en la que cada fabricante quería superar a los demás, pues las victorias eran un reclamo para las ventas. Sin embargo, la competición trajo consigo una gran cantidad de accidentes que casi siempre tenían un final trágico, tanto para pilotos como para espectadores. Por ello, se tomaron dos decisiones: las carreras tenían que hacerse en circuitos controlados y debía de existir un órgano que regulase la competición. En 1904 se fundó oficialmente la Federación Internacional del Automóvil, que regularía los grandes premios que acabarían convirtiéndose en la Fórmula 1. En 1906, se construyó el primer circuito específico para coches, en Aspendale (Australia). Esto hizo que se bifurcasen los caminos: mientras los coches convencionales buscaban aumentar la comodidad de sus pasajeros con asientos más mullidos o aires acondicionados, los de carreras solo tenían un objetivo: maximizar la velocidad a cualquier precio. La durabilidad es una característica valiosa en los coches de calle, pero en los de carreras, reconstruir un motor es frecuente y el bienestar del piloto pasa a un segundo plano. Estas diferencias se fueron haciendo progresivamente más profundas, hasta el punto de que sería imposible ver a un coche de Fórmula 1 por las calles, debido a regulaciones cada vez más severas de límites de ruido, de velocidad, de seguridad y de contaminación. Pero ni la competición es capaz de escapar completamente a estas preocupaciones e incluso la categoría reina ha visto como sus motores pasaron de los V12 de principios de los 90 a los actuales V6 híbridos -un 50% más potentes-. A día de hoy, las victorias y la tecnología de competición siguen siendo un reclamo comercial para las marcas, y algunas de ellas ofrecen lo mejor de lo que disponen para algunos selectos clientes que puedan pagar los componentes destinados a los circuitos. Algunos de los compradores que se lo pueden permitir son grandes aficionados al automovilismo y tienen coches destinados a circular por pista. Maserati, Ferrari, McLaren o Aston Martin tienen todos coches que no pueden matricularse para la calle. Pero también tienen modelos en los que cumplen con la normativa con lo justo para poder tener una placa y, si se tiene suerte, cruzárselo en un semáforo.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-10-22 08:00:00

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