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Demasiados frentes abiertos en Iberoamérica

Demasiados frentes abiertos en Iberoamérica



A pocas fechas de la Cumbre Iberoamericana de Cuenca (Ecuador), no se puede decir que la relación del Gobierno español con los países de la región sea la más deseable. Desde luego, es muy diferente a la que existía a comienzos de los años noventa del pasado siglo, cuando, junto con México, España impulsó la puesta en marcha de esas cumbres, que si no han dado los resultados globales que se esperaban, al menos han servido, en medio de los vaivenes registrados en Iberoamérica, como foro de encuentro, donde a veces se han resuelto algunos problemas bilaterales. Cabe preguntarse si nuestro país tiene hoy la misma influencia en la región que en aquella época. Quienes entonces seguíamos de cerca, sobre el terreno, los viajes del Rey y de los presidentes del Gobierno éramos testigos de la admiración que causaba la labor desarrollada por Don Juan Carlos para consolidar la democracia en España. Pero también del prestigio de que gozaba Felipe González entre los mandatarios iberoamericanos, después de que nuestro país actuara con frecuencia como facilitador para la solución de varias crisis en Centroamérica; o de cómo se valoraba que José María Aznar, en los cuatro años de su primera legislatura, hubiera visitado todos los países de la región y potenciado la presencia allí del empresariado español. Hoy, con un Gobierno más ocupado en sobrevivir que en planear estrategias, no sabemos muy bien qué política tenemos hacia una Iberoamérica en la que bastantes países se han deslizado por la peligrosa senda de los populismos de uno u otro signo. Sistemas claramente autocráticos se suman a la dictadura más antigua de la región, la castrista de Cuba, sobre la que, por cierto, hay un silencio más que preocupante. En este panorama no es muy alentador que España acuda a esta cumbre iberoamericana con un buen número de conflictos abiertos, aunque con una responsabilidad distinta en cada uno de ellos. Si en México de poco se puede culpar al Ejecutivo de Pedro Sánchez ante las proclamas indigenistas del dúo López Obrador-Sheinbaum, con un claro componente de consumo interno, no cabe decir lo mismo de otros focos candentes. Hace sólo unos días, el Gobierno dio un paso para cerrar la crisis abierta con Buenos Aires a finales de mayo, después de un incidente en el que el presidente argentino, Javier Milei, no estuvo exento de responsabilidad , pero que Sánchez no manejó precisamente con tacto diplomático, anteponiendo sus intereses personales a los del país. La sobreactuación del Gobierno retirando a la embajadora española en Argentina , un país con el que nos unen tantos lazos, no sólo económicos, estuvo fuera de lugar. Ahora, tras más de cinco meses perdidos, parece haberse recuperado la cordura, entre otras razones porque no sería muy alentador mantener una situación de crisis bilateral en la Cumbre de Cuenca, en la que forzosamente han de coincidir Milei, Pedro Sánchez y Su Majestad el Rey. En cuanto a Venezuela, quizás el conflicto más delicado, el papel desempeñado por el Gobierno español presenta muchos interrogantes, abonados por un José Luis Rodríguez Zapatero que actúa en la sombra como muñidor de acuerdos con Nicolás Maduro, y por los recuerdos del oscuro episodio de la presencia de Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas. En ese ambiente resulta difícil no pensar que la utilización de la Embajada de España en Caracas para poner un puente de plata a Madrid al opositor Edmundo González, ganador de las elecciones del 28 de julio, ha sido más un favor al régimen bolivariano que a la oposición. Todo lo que tiene que ver con Venezuela se mueve en un ámbito de escasa claridad y muchos interrogantes. Y llama la atención que no se mantengamil con Maduro la misma firmeza que, desde el primer momento, el Gobierno ha mostrado con el dictador Daniel Ortega en Nicaragua, a cuyos opositores España está ofreciendo generosamente la nacionalidad española. Lo cierto es que no llegamos a la cumbre de Cuenca en la mejor situación, y aunque se evitarán algunas situaciones delicadas –parece que ni Claudia Sheinbaum, ni Maduro ni Ortega van a acudir a la cita– no es descartable que surjan otros problemas. Y al Gobierno español eso no le interesa, porque deberá tomar el testigo para organizar la Cumbre Iberoamericana de 2026 en España.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-11-03 18:51:35

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