Si Jordi Mollá fuera un objeto y no una persona, sería una muñeca rusa. Porque su personalidad funciona de manera parecida: hay en él un actor que guarda un pintor, que encierra un escritor, que esconde un músico. Tal vez, para conocerle mejor, hay que entrar en su mundo a través de su obra, ‘Tú’, un libro que se presenta como una experiencia sensorial: «La finalidad es que estés bien contigo mismo. Tiene un mantra, ilustraciones al carboncillo, un código QR con un volumen de música que incluye 13 piezas de piano que crean una atmósfera ambiental. Me centro en el tema de la identidad, ahora que vivimos en tiempos de confusión. Cada uno puede ser lo que quiera ser, sin vanidad, dándonos la mano. Lo importante es aprender a estar contigo mismo». Mirándose dentro, Jordi Mollá asume que está satisfecho con su «buena conciencia. Mi credo es no hacer daño. Estoy orgulloso porque estoy en paz». Lo único que cambiaría es «dejar de fumar». Le da tranquilidad «la buena voluntad de los seres humanos» y es difícil que algo le haga perder los nervios: «Tengo 56 años y ya nada me puede sacar de quicio». En la conversación, Jordi parece un tipo tranquilo: «Puedo parecerlo porque me lo he trabajado mucho desde niño». Y se reconoce soñador: «Pero con los pies en el suelo. Puedo soñar alto, pero me gusta ser realista. Es peligroso perder ese punto». La disciplina es importante en su vida «porque abordo muchos campos y necesito orden. Mi rutina es férrea. Soy disciplinado, organizado, no soy un creador vago». En el amor, el trabajo ha sido un obstáculo importante: «Soy un romántico clásico. He tenido relaciones largas, de muchos años. Pero ahora soy permeable, entra y sale gente de mi vida. Hacer películas por el mundo es complicado. No puedo tener ni mascota. Si estoy cinco meses fuera, ¡cómo voy a hacerle eso a un perrrito! Sufro hasta por las plantas que tengo en casa». Jordi viene de una familia tradicional: «No ha habido un divorcio en cinco generaciones». Y se lamenta de no haber sido padre: «No se dio. Sufrí muchos años. Al final me quedo como estoy. Estoy a tiempo de formar una familia, pero no entra en mis prioridades». Desde hace ya tiempo, Hollywood ya no es un sueño para Jordi sino una realidad: «Impone el nombre, pero al final somos iguales, todos estamos a las cinco de la madrugada sentados en maquillaje. Puede haber algunos más exigentes, como Will Smith , otros más sencillos; yo solo puedo decir que tengo muy buen rollo con todos ellos». Se ha convertido en uno de los villanos de moda, algo que le divierte: «La gente te dice, ‘eres el malo’, y te das cuenta que es algo que les fascina. ¿Por qué les gusta tanto el malo en Hollywood? Porque eres el elemento bomba, el que amenaza con cambiarlo todo». Jordi se considera un hombre apasionado: «Tengo la misma pasión para crear que para vivir. Soy agradecido con la vida, con cada segundo que estoy en este mundo. Siempre hay creatividad en mí. A veces me pierdo, puedo estar horas. Estoy en contacto con el arte, pero me gusta estar presente y conectado con la vida». Jordi era un niño muy creativo. Su padre lo debía tener muy calado, porque le avisó: «Solo te voy a regalar juegos instructivos». Y así fue. Al pequeño le encanta jugar con el Tente, que tenía miles de piezas con las que podía hacer lo que se le pasaba por la cabeza: «Construía mi mundo a la fantasía. No compraba maquetas porque prefería tener las piezas para ser yo el creador. No salía de casa los fines de semana, me pasaba los días construyendo cosas». Acostumbrado a la soledad, su timidez fue a mayores con la edad: «Cuando llegué a FP, el choque con el patio del colegio fue duro. Me costaba salir. Estuve dos años sin hacerlo porque me daba pánico enfrentarme a la hostilidad de ese lugar donde se fragua la personalidad del niño». A Jordi no le hacían falta amigos porque tenía a su hermano Antonio: «Hacíamos fotos, películas Súper8, tocaba la batería… Éramos unos ‘nerds’ maravillosos. Me enseñó, me hizo descubrir el mundo». Y a su padre siempre le estará agradecido por el sacrificio que hacía al llevarle al cine: «Él trabajaba en MercaBarna y nos llevaba para hacernos felices, pero se dormía porque estaba agotado. Recuerdo una matinal con ‘La espía que me amó’, que tuvieron que llevarme al médico porque se me pusieron los ojos rojos. El médico me preguntó qué había hecho. Sencillamente no había pestañeado durante dos horas y se me habían roto los capilares».
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Author : (abc)
Publish date : 2024-11-04 03:21:37
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