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Ruta Turina: viaje con nosotros



Se cumplen 75 años de la muerte del músico sevillano Joaquín Turina , y lejos de que su ciudad le vuelva la espalda, se ha decido a re-conocer su trabajo: como parece que iremos viendo -y ya ayer lo comprobábamos- hay mucha música del maestro que ignoramos y otra que conoció el estreno y desapareció, especialmente la música religiosa. ‘Ruta Turina’ ha decidido asumir este reto, desde un alma motora – Rafael Ruibérriz – hasta el ayuntamiento de Sevilla, la hermandad de Pasión, cabildo de la catedral y todos los colaboradores , con la idea de grabar toda la m úsica religiosa de Turina . La verdad es que viendo la iglesia del Salvador restallante, llena de representantes de las entidades mencionadas, además del público que accedió gratis a través de una invitación, la complejidad del programa que requería de toda una infraestructura, un trabajo logístico enorme, la labor de Ruibérriz parece titánica. Recordemos que ayer mismo nos presentaba al Cuarteto Isbilya con obras de juventud de Turina, cuando hace sólo unos diez días nos hacía la op. 10 de Vivaldi -sus conciertos para flauta-, además de los convergentes en el programa que comentamos, nos preguntamos con qué tipo de energía funciona. Comenzaba el concierto con la obra pianística ‘Por las calles de Sevilla’ op. 96 , que en su segundo movimiento nos acerca como un zoom al momento en que el compositor entra en la iglesia, la siente oscura (acordes lentos y graves) hasta que se acerca a la capilla donde se encuentra el Señor de Pasión y a su lado la Virgen de la Merced , por las que el maestro sentía un amor desde niño, y se oye una breve melodía como una saeta. Este juego de sentimientos, sensaciones, recuerdos, evocaciones necesita de un piano al que se cargue de matices. Podía despistar que se hubiese recurrido a un colín (piano de cola pequeño, diríamos que de ‘estudio’); sin embargo, al oírlo entendimos por qué: en el Salvador hemos oído muchos conciertos a lo largo de nuestra vida, y la belleza de la iglesia no se correspondía con su acústica; sin embargo, desde la compleja restauración que se realizó en 2007 la sonoridad mejoró notablemente. Y desde luego ha contribuido el hecho de que se haya huido de las naves laterales, seguramente pensando que la reverberación sería menor al ser estas naves más bajas. Pues no: la ubicación en el crucero se ha visto que es la colocación óptima. Pero seguramente un piano de gran cola hubiese roto esta sensación, con cuerdas muy largas, muy ‘corpulentas’ (aumenta el grosor para garantizar su resistencia) y hubiera vuelto a retumbar. Así la audición nos resultó francamente buena. También tuvo que ver -y mucho- la sensibilidad de la pianista , muy atenta a los pedales .especialmente al derecho- para que no se extendiera el sonido más de lo necesario. Los movimientos extremos, más animados, no ocasionaron apenas confusión, mientras que los acordes ‘oscuros’ del segundo movimiento y la ‘saeta’ consiguieron los efectos deseados por el autor. De igual modo, en la ‘Rapsodia Sinfónica’ demostró el control de la expresividad del instrumento, ya que aquí se añadía la orquesta acompañante: tampoco perdió el protagonismo Cristina Lucio-Villegas en una propuesta sin duda más virtuosística. La voz tuvo protagonismo sobre todo con e l tenor sevillano Francisco Fernández Rueda, voz cargada de sentimiento, expresividad o recogimiento en los momentos más delicados. Sobresale en él la facilidad de subir al agudo como descender, acompañándose de un similar movimiento de las dinámicas. Sólo un vibrato se acentuaba en los finales (que coincidía generalmente con notas agudas); a cambio presentaba una dicción diáfana, con una perfecta articulación, lo que unido la inteligibilidad del texto lograba acentuar su expresión. El ‘Ave María’ op. 95 o la ‘Saeta, en forma de Salve a la Virgen de la Esperanza’ op. 60 fueron ejemplos de cuanto decimos. También tuvimos un barítono en la ‘Elevación al Santísimo Sacramento’, Andrés Merino (apareció recientemente en ‘Nabucco’), de gran voz, temperamento y atractivo timbre, que aún creemos que debería destensar algo su registro, hacerlo más flexible. Tampoco se descuidó las marchas procesionales, en este caso, ‘Marcha fúnebre a Nuestro Padre Jesús de la Pasión’ a cargo de una banda sinfónica, la de la Oliva de Salteras , muy conjuntada y de excelente afinación, que tuvo que lidiar con tintes oscuros, y aún así demostró tener una conjunción y colorido atractivos. También estuvo bien el coro masculino , al que acaso falte todavía una mayor homogeneidad, un equilibrio vocal para seguir manteniendo ese buen nivel. La orquesta también ofreció buenos resultados, recurriendo a instrumentos estrictamente de época (ya sabemos lo detallista que es Ruibérriz) y sólo notamos alguna desavenencia en algún violín, que empañaba un tanto el trabajo de los demás. En cuanto a la dirección , el músico sevillano puso todo su saber, sin ahorrar esfuerzo alguno, para sacar todo el partido a la orquesta, a la que consiguió implicar en este hermoso proyecto que ha comenzado a lo grande.



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Author : (abc)

Publish date : 2024-11-28 02:22:48

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