¿Crees en la magia? Es una pregunta válida para cualquiera que se dirija a ver una cabalgata de Reyes Magos. La de Granada , por ejemplo. En este caso la pregunta se la hace un adulto que va de la mano de una niña; ella hace muy poco cumplió los ocho años y se empeña en creer. Tiene dudas, hay cosas que no le cuadran y es probable que el año que viene ya no tenga nada claro eso que le han contado siempre sobre Melchor, Gaspar y Baltasar . Pero mientras camina hacia la Gran Vía lo hace pensando en si les llegó la carta que le mandó esa misma mañana. La depositó en el buzón de su casa y le dijeron que con eso bastaba. Igual también recela ya de que eso funcione así. Era su segunda carta. En la primera, enviada con antelación suficiente, no pidió nada para ella , sólo para su gente. Para su padre, un disco de rock. Sin más, de rock y ya está, ellos sabrán cuál. Bueno, no está mal, eso excluye mucha morralla. Para su madre, un pijama. Ha escuchado que le hacía falta y no se lo ha pensado más. Es práctica. El cortejo se ha puesto en marcha a las cuatro y media de la tarde, una hora antes de lo previsto, porque amenaza lluvia . Si descarga, el recorrido hasta podría acortarse, como ocurrió el año pasado. Habrá que cruzar los dedos hasta las siete y media, cuando está previsto que la corporación municipal agasaje a los reyes. Hay 26 carrozas en un cortejo que moviliza a casi 900 personas , pero obviamente las más esperadas son las de los que tienen el privilegio de compartir protagonismo con los niños. Los de Oriente derraman caramelos a su paso, quince toneladas se repartirán durante la cabalgata, un derroche de los que gustan, y no sólo porque estén dulces. Los caramelos, en su mayoría, caen al suelo, y entonces se desata una batalla campal pero cordial para recogerlos, en la que, a poco que uno se fije, se dará cuenta de que algunos mayores participan incluso de forma más enconada que los niños. Cuando se disputan la posesión del bien tan preciado, los padres se sonríen entre ellos corteses y educados. Al principio, por lo menos. De durar la cabalgata dos horas más, habría que ver cómo terminaba la cosa. Seguramente no en amistad. Las escenas se repiten en Reyes Católicos, en Puerta Real, en la Acera del Darro y tras cruzar el puente para entrar en el Zaidín. No sólo se derrochan caramelos, también música, ruido y color. Las luces navideñas se encienden para cumplir su última función de esta campaña. Granada, que es muy bonita, está muy bonita . Los granadinos son muy dados a salir sin más motivo que el de dar un paseo. A los que son así, algunos les llaman zancajosos , vocablo añejo que está recogido en la RAE y que designa a alguien «con los pies torcidos y vueltos hacia fuera», pero que aquí tiene una acepción diferente porque su raíz es la palabra zancada. O sea, los zancajosos son gente a la que le gusta dar zancadas. Si además tienen una buena razón para echarse a la calle, como es el caso, no es extraño que todo esté de bote en bote. Hace frío, pero no mucho , ni tampoco importa demasiado; ya se quitará después, tomando unas tapas si eso. Poco después de la hora prevista, tras recorrer cinco kilómetros a ritmo pausado y placentero, la cabecera del cortejo real llega en el edificio del ayuntamiento y la procesión se apresta a poner punto final. Los niños tienen que dormirse pronto hoy, es imperativo porque, si no, corren riesgo de verlos y entonces se quedarán sin regalos. Los mayores se pueden tomar algo y ver un poco la tele y prepararlo todo para que sus Majestades puedan entrar sin problemas. La niña del principio ve en la tele ese último tramo. Ya le pidió en directo a Melchor que no se olvidara de su carta, la que había echado al buzón a última hora. Sin embargo, cuando observa a los tres juntos , se lo repite aunque lo hace susurrando, como sabiendo que desde ahí no la pueden escuchar. O a lo mejor sí, porque ella sí cree aún en la magia.
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Author : (abc)
Publish date : 2025-01-05 18:39:47
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