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La prodigiosa pócima de vigor sexual que los aztecas enseñaron a los conquistadores españoles

La prodigiosa pócima de vigor sexual que los aztecas enseñaron a los conquistadores españoles



Quedó sobre blanco en los textos de la época, y no por la mano de un cualquiera. Bernal Díaz del Castillo , cronista de Indias, escribió que el emperador Moctezuma recibió a Hernán Cortés y a sus hombres con un fastuoso banquete nunca antes visto cuando estos entraron en Tenochtitlán allá por 1519. La guinda de aquella comida llegó dentro de un cáliz de oro, y era una «bebida espesa y sazonada» que los nativos apreciaban sobremanera. Al mandamás le gustaba tanto que tomaba «hasta cinquenta tazas al día»; sobre todo, «antes de visitar a sus concubinas». Y de aquellos polvos, se extendieron los lodos que afirmaban que el chocolate –el brebaje que se escondía en la copa– era un potente afrodisíaco. ¿Cuándo conocieron los europeos el chocolate? Para responder esta pregunta, es necesario retroceder en el tiempo hasta el siglo XVI. Fue por entonces cuando un marino bien conocido por estos lares andaba haciendo su cuarto viaje hasta las Américas. «El primer europeo que se topó con la almendra del cacao fue, según contó posteriormente su propio hijo, Cristóbal Colón . Fue cerca de Honduras, cuando se encontró con una piragua llena indígenas, presumiblemente mayas, que llevaban un cargamento de este desconocido fruto», explicaba Nikita Harwich, profesor de la Unverisdad de Paris Ouest Nanterre ‘La Défense’, a ABC. Colón, que andaba más preocupado por hallar Cipango que de otra cosa, no le hizo caso a este alimento. Más le hubiera valido, pues las propiedades reconstituyentes de las almendras del cacao y su valor hacían que fueses utilizadas por los nativos como una suerte de moneda de curso legal. Por fortuna, 20 años después el conquistador español Hernán Cortés se volvió a topar con estas almendras y supo apreciar su importancia. «Cortés se encontró en su camino a Tenochtitlan con las almendras de cacao. Lo sabemos por las cartas que escribía a Carlos V , en las que afirmó haber hallado este alimento. Le llamó la atención que estas almendras eran utilizadas de dos formas. En primer lugar, como elemento para elaborar una bebida reconstituyente que permitía recuperar fuerzas tras largas caminatas y, en segundo, como moneda de intercambios comerciales», determinaba Harwich. En un primer momento los españoles no apreciaron el cacao como alimento; para ellos, los indígenas elaboraban con él bebidas demasiado amargas y picantes. De hecho, no fue hasta el año 1530 cuando a alguien se le ocurrió añadirle azúcar, una sustancia que, aunque era muy cara, hizo que los europeos empezasen a sentir verdadera atracción por el cacao. Mientras todo aquello sucedía en la vieja Europa, los españoles pronto entendieron los beneficios que les reportaría usar las almendras del cacao como moneda. Por ello, siguieron con aquella tradición durante siglos. «La almendra del cacao se siguió utilizando como moneda de cambio hasta el siglo XIX en el sur de América. Esto era favorecido por los españoles ya que, de esa forma, se evitaban tener que hacer las transacciones en oro y plata y podían transportar estos materiales hasta España. El tributo que pagaban los indígenas a la corona española también se hacía en almendras de cacao», completaba Harwich. De hecho, en el Sur de América se creó una tabla de conversión entre las almendras del cacao y la moneda en uso para que ningún colono fuera estafado y pagase más chocolate del debido durante una transacción comercial. En la crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo , el primer cronista de indias que viajó al Nuevo Mundo , se nos dice que los servicios de una prostituta valían entre 8 y 9 almendras de cacao. También se podía utilizar para comprar en el mercado o adquirir un esclavo, algo que era bastante costoso. Tan importante eran las almendras del cacao, que se falsificaban como se hace hoy en día con el dinero. A pesar de que, en principio, el sabor amargo del cacao no gustó a los españoles, lo cierto es que fueron muchos los que ansiaban tomarlo. La culpa, si es que se puede llamar así, la tuvo un cronista del conquistador Hernán Cortés quien, en uno de sus libros, atribuyó a este alimento una curiosa función: la de ser un potente afrodisíaco. «Bernal Díaz del Castillo, uno de los compañeros de Hernán Cortés, hizo que el chocolate se ganara una curiosa reputación que le duró tres siglos. Este español escribió un libro que fue una especie de ‘best seller’ de la época en el que dijo que, durante un banquete con el emperador nativo Moctezuma, había visto como éste se tomaba varias tazas de chocolate antes de marcharse a su harén. Por ello, se pensó durante décadas que era un efectivo afrodisíaco y, en los años posteriores, su uso se asoció a los ambientes de lujuria. Además, sólo podían tomarlo los niños», determinaba Harwich. Se desconoce si fue o no por esa leyenda, pero lo cierto es que Felipe II envió a América un grupo de expertos para que analizaran las propiedades del cacao y de otra serie de alimentos recién descubiertos en el Nuevo Mundo. Entre ellos se hallaban, por ejemplo, la patata o el tabaco. En el caso del chocolate, las conclusiones fueron favorables. «Establecieron que podía tener propiedades terapéuticas y curativas. A su vez, incidieron en que, como bebida, tenía propiedades reconstituyentes y euforizantes, algo que se confirmó después) Por ello, fue incorporado muy rápidamente a las farmacias. Se consideraba una poción para enfermos. Su sabor, amargo en origen, predisponía a pensar que era un medicamento», completaba el historiador. Tras aquellos análisis, la reputación del cacao mejoró todavía más. Tan bien se hablaba de él que, en 1750, la Marina Real Inglesa estableció que una taza de chocolate diaria sería incluida en la ración de los marineros por su capacidad reconstituyente. «Esta tradición llegaría hasta la Segunda Guerra Mundial y el ejército de los EE.UU. consideró que el chocolate debía formar parte de las raciones de combate. De hecho, hizo buscar a sus expertos un chocolate que resistiese el calor. Como respuesta, nació un chocolate con mucha manteca de cacao que resistía temperaturas de hasta 40 grados. No creo que fuera muy bueno por su consistencia grasienta, pero tuvo mucho éxito», finalizaba el historiador.



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Author : (abc)

Publish date : 2025-01-13 03:13:43

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