Volvía al Turina el violinista Shunske Sato con un programa lejano del Bach a que nos tiene acostumbrados en ese maravilloso proyecto de la grabación del catálogo completo bachiano (‘All of Bach’) con la ‘ Netherlands Bach Society ‘, y hoy su director artístico. Sin embargo, nos situábamos para el programa presentado en el final del clasicismo y los albores del romanticismo, de manera que contábamos con una orquesta mayor de la habitual barroca por la diversidad instrumental requerida. Así que comenzaba el concierto con un movimiento de la ‘Serenata nº 11’ en Mi bemol mayor K 375 para octeto de viento, dispuesto en semicírculo e interpretando sólo el tiempo inicial de la obra, el ‘Allegro maestoso’ . Asociamos generalmente las serenatas dieciochescas con el propósito de amenizar las cenas de la alta sociedad vienesa (con frecuencia al aire libre, ideal para los vientos) y por tanto con un carácter marcadamente ligero. Sin embargo, la que nos ocupa está dedicada a una noble vienesa en el día de su santo, aunque Mozart reconoce a su padre por carta que la idea en realidad era conseguir que la oyese el señor Johann Kilian von Strack , violonchelista en el cuarteto de la corte imperial de José II, a quien precisamente se le considera responsable de este género de viento pareado (dos trompas, dos oboes, dos clarinetes y dos fagotes). De ahí que Mozart pusiera empeño en la obra y la escribiera «con un ápice de seriedad», según escribe a su padre. Y con la misma la interpretaron nuestros músicos, que abrían de manera poco frecuente el programa, camerístico diríamos, casi a manera de tranquila obertura , pero cargada de ideas melódicas, texturas diversas, colores a veces oscuros, como cuando sobre una tonalidad menor los fagotes (Alberto Grazzi, Lurdes Cameiro) parecían reptar bajo el canto más agudo del clarinete clásico (Alejandro Fariña, Carlos Cerrada). Anunciaban casi el protagonismo de los vientos durante todo el concierto. Sin director todavía, tal vez las entradas no siempre estuvieron ajustadas al milímetro, aunque en el desarrollo del movimiento se complementaran como si fuesen un solo espíritu. La aparición de la ‘Quinta’ de Schubert nos situaba definitivamente en la cronología y el estilo del programa, ya que en el momento este jovencísimo compositor ya acumulaba cuatro sinfonías y seguía la senda mozartiana en cuanto a la forma, a la vez que dejaba ese mismo año los estudios con Salieri y admiraba a Beethoven . Sus melodías y los sentimientos lo acercaban a la vez a la vez al ‘Sturm und Drang’. Hacemos referencia a todo esto porque desde un primer momento Sato enfocó la sinfonía a esta mezcla de sentimientos tormentosos y delicadas melodías , como la que iniciaba la sinfonía referida: grandes arcadas melódicas exponían sus temas, sus fraseos, a la vez que con la misma intensidad caían hacia la más refinada ternura. Durante toda la sinfonía -impresión que se extendería a todo el concierto- el trabajo de las dos trompas fue magnífico, descollando a veces la labor solista de Pierre-Antoine Tremblay junto a la de Rafael Mira , descubriendo momentos hasta ahora (semi)ocultos en otras versiones. Continuos cambios de atmósferas, de ritmos, de tonalidades, de carácter. O en el ‘Andante’, en donde nos recordaban los colores de la tierra, sobre los que sobresalían las limpias melodías schubertianas, casi como un paisaje de otoño. La segunda mitad del programa traía juntos a Salieri y Mozart, enfrentados en la realidad y la ficción, aunque de diferente modo: en una especie de careo desde el difícil arte de la fuga. Salieri acudía con el ‘Scherzo instrumental a 4 di stile fugato’ , el nº 2 de los cuatro que componen el cuaderno. La verdad es que nos dio la oportunidad de oír un cuarteto de lujo, empezando por el violín de Ignacio Ramal , al que imitaba el de Sato , sumándose la viola de José Manuel Navarro para recalar finalmente en el chelo de Mercedes Ruiz . La breve pieza nos dejó buen sabor de boca, no sólo por la intensa interpretación, sino por las texturas dibujadas en el cruce de contrapuntos o perfectas homofonías. Seguramente quisieron yuxtaponer ambas escrituras al no dejar apenas hueco para el aplauso (que no lo hubo), hilvanando directamente con el ‘Adagio y fuga’ en Do mayor K 546 , el primero de grandes saltos interválicos y ritmos apuntillados, mientras la fuga aquí invertía las entradas escalonadas anteriores desde el grave hasta el agudo. La ‘Sinfonía nº 40’ en Sol menor, K. 550 es tan conocida que no se programa casi nunca, pero seguramente todos tenemos en la cabeza el ideal de interpretación, así que siempre supone un riesgo contar con ella, como pasa con casi todas las obras tan conocidas. Pero es difícil recordar una lectura semejante y también sustraerse a sus hechizos. Sato cargaba aquí con toda la artillería, extremando todo lo escrito : diríamos que llevándolo al borde del precipicio, pero sin que se cayera ni una piedrecita: una detonación controlada . Como decíamos al principio, las trompas se asomaron durante el desarrollo de la exposición del ‘Molto Allegro’ inicial, una aparición que siempre ha estado ahí y pocos directores la exponen, a pesar del efecto tan mágico que produce. El final de este movimiento también nos lleva a hablar del público disciplinado del Turina , que pudo contenerse ante el explosivo final pergeñado por el director japonés. La descarga fue tal que antes de empezar el ‘Andante’ Sato realizó un microdescanso para distender más que la musculatura, el cuerpo entero y afrontar el segundo movimiento, aunque siguiese manteniendo contrastes muy acentuados en el segundo. El ‘Menuetto’ resultó muy rítmico, volátil, ligero, mientras el ‘Trio’ contrastó por la presencia nuevamente de las trompas, maravillosas en cada intevención. Por último, es verdad que el último movimiento se matiza como ‘Allegro assai’ , pero lo sentimos bastante más rápido de lo que se suele entender por ‘assai’. Aquí hay que descubrirse ante el trabajo de toda la orquesta para aguantar la presión que impone tal velocidad, consiguiendo ofrecernos las vertiginosas escalas con una articulación ‘a priori’ imposible de conseguir. Aunque sea un tópico, es muy difícil expresar con palabras la escala seguida desde el principio del concierto hasta este éxtasis final , y la tremenda ovación que el público le dedicó al director y orquesta. Consiguieron que se repitiera la parte del final del último movimiento. Qué hubiésemos dado por un momento Bach… Pero es su tercera visita a Sevilla con la OBS desde 2020, así que tal vez tengamos suerte y nos lo ofrezca la próxima vez. El teatro, felizmente lleno.
Source link : https://www.abc.es/queplan/sevilla/conciertos/obs-sato-japones-maravilloso-20250126035332-nts.html
Author : (abc)
Publish date : 2025-01-26 02:53:32
Copyright for syndicated content belongs to the linked Source.